28 diciembre 2011
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El miedo nos encoge, nos hace temer la noche solitaria y nos convierte en seres ridículos.
Anoche hacía viento, se le oía silbar; escuchaba las ventanas, las puertas se movían, todo aquello hacía que mi cuerpo se estremeciera, que pensara que alguien o algo rondaba mi casa.
Te sientas en el sofá acurrucado, cubierta con una manta y no vuelves a la cama.
Tus sentidos están alerta, tus ojos se agrandan. Pasadas horas de tensión, agotada y rendida, te quedas dormida hasta que el amanecer nos trae un nuevo día y con él la luz, esa luz que nos salva y nos hace sentir seguros.