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Hay que tener mucho valor para quitarse la vida uno mismo, porque para hacerlo, no hay que temer a la muerte.

Existe una anécdota contada por Punset en este mismo programa, en la cual un preso se encuentra en el corredor de la muerte por haber asesinado a uno de los reclusos y cuando le preguntaron por qué lo había hecho, contestó: "mate para ser ejecutado porque no podía hacerlo yo mismo "

Identificar a aquellas personas que son potencialmente proclives al suicidio no es tarea fácil. Según los psicólogos:

- Una persona que comenta a otra que quiere suicidarse es un candidato.

- Aquella persona que lleva tiempo pensando en la forma de acabar con su vida, a veces incluso años.

- Quienes lo intentan hasta dar con la forma menos dolorosa o segura de llevarlo a cabo.

En los países más industrializados se tiene la creencia de que son los jóvenes quienes son más propensos al suicidio, sin embargo, las estadísticas nos dicen que son las personas mayores de 65 años y varones los que encabezan la lista.

Existen tres tipos que se corresponden según las edades:

• Los jóvenes, muchas veces a causa de las drogas e incomprensión.
• Los adultos, normalmente por problemas económicos o de ámbito personal.
• Los mayores, los psicólogos lo denominan suicidio altruista, que es cuando por causa de la soledad, por sentirse inútiles o por enfermedades crónicas, deciden tomar como opción el suicidio para dejar de molestar.

Como apunte, podemos comentar que los hombres se suicidan 4 veces más que las mujeres.

Partiendo de la base de que muchas de las enfermedades mentales tienen alguna base genética ya predispuesta en el individuo, estas junto con el aislamiento social y la enfermedad crónica son causas de suicidio. La más destacada, el desamor.

Aun hoy, el tema del suicidio se vive como un tema tabú, cuando el 1% de la población total ha intentado suicidarse. El hablar con otros de lo que les ocurre sin ser juzgados les ayuda considerablemente, por eso es tan importante el apoyo del enfermo en especialistas.

Según un estudio denominado "Cartas afectuosas", apoyado por el Instituto Nacional de Salud Mental de San Francisco y llevado a cabo por los doctores Jerome A. Motto y Alan G. Bostrom, se llegó a la siguiente conclusión:

En un centro especializado se eligieron dos grupos de personas con este problema; a uno de ellos se les enviaba por mail una carta interesándose por ellos, sólo preguntando qué tal se encontraban ese día, mientras el otro grupo no recibía ninguna.

El resultado fue que hubo un decremento en los suicidios de aquellas personas por las cuales se interesaban mientras que en el otro grupo, no se percibió ningún cambio.